Las economías crecen de una manera volátil, las ciudades se desarrollan en forma desordenada y las comunidades, lejos de lo que se piensa, cada vez tienen menos participación en las decisiones de sus autoridades.
Lo anterior nos debiera parecer normal en una sociedad desconectada, donde unos pocos deciden por la mayoría y donde los intereses por el desarrollo promulgan con el fin justifica los medios. Sin embargo, cuando ese crecimiento “barre” con todo y no tiene miramientos con aquellos que han forjado parte de la historia de las comunidades, y que además han hecho carne el significado de esfuerzo, dedicación y el ganarle a la vida; no nos queda más que levantar la voz y enfatizar que es momento de darle prioridad a la apertura de caminos para el progreso compartido.
Ponemos en la mesa este concepto luego de conocer la situación que aqueja a dos comerciantes talquinos, quienes por más de 70 años han desarrollado su negocio en el balneario del Río Claro, y que producto de trabajos en el lugar deberán abandonar su actual emplazamiento.
Unánime es el sentir en que debe mejorarse el balneario y su entorno, en el entendido que es un lugar arraigado en el talquino y que es un espacio de encuentro y convivencia. Pero también creemos que estas familias que tanto le han entregado a la ciudad y su gente, deben ser parte activa en este proyecto de mejoramiento urbano.
La modernidad debe siempre ir de la mano del respeto a las tradiciones, al poco patrimonio vivo que nos queda y sobre todo a resguardar la historia de nuestra capital regional.
Hoy tenemos un gran desafío como sociedad, más allá del rol de la economía, la política o las inversiones, será la construcción de relaciones estables y duraderas, basadas en la confianza entre autoridades, comunidad, y también el medio. Es todo un reto porque la confianza depende en gran medida de nuestra forma de percibir al vecino y, quiérase o no, el imaginario colectivo tiende muchas veces a estar marcado por la conflictividad.
Recuperar la memoria de los individuos, cuidar lo nuestro, fortalecer el patrimonio, difundir nuestra historia y valorar a nuestra gente, es un objetivo ambicioso, pero necesario a la vez. Tan sólo mediante la salvaguarda de aquellas experiencias, positivas o negativas, que refuercen los valores compartidos, podremos descubrir intereses comunes.
La memoria es un concepto intrincado e impalpable por definición; no resulta fácil tratar su recuperación. En su día a día se expresa a través de hábitos, costumbres, historias y valores a los que, durante mucho tiempo, no se acordó suficiente valía.
El patrimonio, en efecto, juega un papel fundamental a la hora de realzar rasgos y contenidos de la cultura popular, estimulando el diálogo intercultural y acercando a los individuos en imaginarios compartidos.
Se abren nuevos horizontes y nuevos retos al patrimonio, desde su identificación hasta su protección, transmisión y gestión presente y futura, con una particular atención a un renovado protagonismo de la sociedad civil y las comunidades que se encuentran directamente implicadas.
Por tanto, el patrimonio cultural inmaterial es tradicional, contemporáneo y viviente a un mismo tiempo, y es que éste no solo incluye tradiciones heredadas del pasado, sino también usos rurales y urbanos contemporáneos característicos de diversos grupos culturales.
Entonces, que tanto costará incorporar a don Dany y don Leo con su venta de completos, empanadas y churros a este nuevo parque que se proyecta en el Río Claro. Tratemos que sigan siendo parte de esta modernidad que no los quiere como protagonistas, claro que en otros locales y en mejores condiciones. Démosle el espacio que merecen por respeto, tradición y dignidad.
La ciudad de Talca puede continuar creciendo y mejorando su influencia, siempre y cuando la colaboración y el progreso compartido tengan un lugar primordial en la agenda.